sábado, 3 de octubre de 2015


No, no tenía miedo. Lo planee todo, paso por paso hasta el final, y todo salió como lo esperaba, como debía salir, lo cuál es curioso ¿Sabe? Siempre tuve una cierta percepción de los hechos venideros que me ayudaba a prepararme, siempre estuve seguro de lo que iba a pasar como para seguir adelante… ¿Por qué lo hice? Fácil, porque en verdad quería hacerlo, quería devorarme cada centímetro de sus nervios y beber cada gota de sus lágrimas. No necesitaba otra razón, ni odio, ni falta de amor, nada por el estilo, al carajo con las interpretaciones y el psicoanálisis, le quitaría los párpados a cualquiera para que no cierre los ojos mientras yo trabajo, lo haría con usted si me deja.
 Pero por favor, no se deje llevar por esa trivialidad de la edad y de cuánto tiempo (que para ustedes siempre es poco) llevo arrastrando los pies sobre esta tierra. Tampoco crea que soy un maniático desquiciado o algún esquizofrénico al cual hay que medicarlo (o más bien drogarlo), tirarlo en una jaula y dejarlo que se pudra con el tiempo, no, nada de eso señor, en todo caso el enfermo es usted o todos ustedes, ya verá que nada nos diferencia, nada nos separa, usted y yo somos lo mismo y no solo nosotros sino tal vez toda la sala, todo el edificio, toda la ciudad y ¿Por qué no? ¡Todo el mundo!, lo único que varía es que ustedes son cínicos y acá son muy pocos los que demuestran su verdadera persona, ¿De qué se esconden? Digo yo. El problema acá es la falta de responsabilidad ante quienes somos, ante quién es usted para usted mismo y quien demuestra ser para los demás. Bueno, esto soy yo al descubierto, esta es mi mente, esta es mi esencia, con la cuál cualquiera puede hacer lo que quiera o más bien lo que pueda, estoy convencido que al no poder comprender me limitan, se limitan y continúan viviendo sus vidas mediocres dejando que los demás hagan y piensen cosas por ustedes, decidiendo no decidir con una falsa seguridad de que ustedes no tienen la culpa de nada, reprimiendo sus impulsos, sus pensamientos, ¡Sus ideas! ¿de dónde cree usted que viene todo aquello? Es en uno mismo que se gesta la insostenible verdad, pero mire con atención que complicado se le hace al portador de la misma comprenderla, aceptarse luego de cuestionarse una y mil veces. Preguntarme si me arrepiento es una obviedad, no lo intente, bien se denota que no siento una mínima de arrepentimiento, no sabe usted cuanto tuve que luchar para aceptar mi sombra, pero ¿Sabe usted si ya ha aceptado la suya?.
 ¿Qué quiere que le cuente el hecho? Si busca una confesión ya esta hecha, sin embargo puedo contarla de nuevo, pero  ¿Cómo saber si me comprende? Si en realidad puede aceptar que la palabra “sabor” salga de mi boca y entre a su oído para decodificar el símbolo sonoro. Pero estoy seguro que no me entendería, usted y su mente aún no han saboreado lo mismo que yo, y tal vez se encuentre “intoxicado” de la mera sugestión. Sin embargo le voy a pedir que abra su mente, no para salvarme, porque se muy bien que estoy muy lejos de salvarme de las manos de unos cuantos, donde la mayoría siempre tiene la razón, sino más bien para que comprenda que hay caminos parecidos aunque lo que menos queremos es parecernos.
 Un año atrás conocía a Walter, al verlo por primera vez supe que lo quería, que debía acercarme a él de cualquier forma, también sabia como iba a terminar. Estaba sentado al sol en plaza San Martin justo en uno de sus escalones, lo recuerdo con mucha claridad, vestía un jean clásico y azul, una campera negra y lentes de marco fino, leía un libro de Julio Cortázar, Rayuela para ser mas exacto (Lo ví bien para tener un tema de conversación a la hora de acercarme) Pero lo que más me llamo la atención fue su piel, blanca, fresca, parecía de porcelana y dejaba translucir el verdor de las venas en las manos, quede completamente fascinado con su piel, y aunque su contextura física era normal también se hacía imponente, alto y delgado, lo contemple desde unos siete o diez metros de distancia, pero no me acerqué, algo me había dejado estático y contemplativo, sin embargo tenía la seguridad de volver a verlo no sabía bien cuando, pero lo volvería a ver.
 Estuve toda la semana yendo al parque, y al menos lo vi tres veces más llegar, sentarse y leer, pero solo me limite a observarlo, calcule la hora, el tiempo que se tomaba, sus gestos, me centre en cada uno de los detalles que podía observar a distancia. La semana próxima me decidí y tímidamente me acerque a hablarle, su primera reacción (era de esperar) fue ponerse nervioso y querer irse, tuve que ser excesivamente cortes y convencerlo de que mis intenciones no eran maliciosas con mis mejores modales. Hablamos de literatura, o más bien de lo que él creía que era la literatura. Para serte sincero no era tan brillante, tampoco perspicaz, era una persona muy sentimentalista que se dejaba arrastrar por el momento a dónde sea, quizá eso me hizo las cosas aún más fáciles. Me tome mi tiempo para cosechar su confianza, jugando a inventar la casualidad me lo cruzaba en lugares diferentes dado que pude estudiarme bien sus horarios y por dónde frecuentaba, era una persona de costumbres y muy repetitiva, siempre los mismos paisajes, las mismas pocas caras, los mismos hábitos. Cuando él supuso que había pasado un tiempo considerable me abrió las puertas de su confianza (Porque todo el mundo estima que todas estas cosas necesitan un ritual y un tiempo determinado), nos hicimos amigos, me conto de su niñez, de sus trabajos, de su familia, supe de todas esas historias que él quería rememorar a falta de pensamientos propios, como si las vivencias fueran más importantes que las ideas, pero así fue, para cada imagen había una historia adherida al recuerdo, una historia digna de contar (al menos para él), yo escuchaba atento pero siempre observando su piel, su piel pálida que contrastaba con el color de su pelo o de sus ojos.
 En fin, al cabo de unos largos meses sabía mucho de él, más que él mismo, sabia inclusive la historia de su cicatriz del pie derecho que fue porque de chico callo de un árbol con los pies en una madera la cual tenía un clavo, yo solía decirle que aquello parecía un estigma, claramente no lo era y claramente no me interesaban esos cuentos mediocres, pero me limitaba a oír y analizar sin que lo notara, quería conocer bien a fondo a aquella persona. También note que arrastraba la letra “R”, que cuando se ponía nervioso tartamudeaba, que nunca se había peleado (o defendido) en su vida, que cuando no tenía uñas que morderse se mordía la piel de los dedos, hasta descubrí una obsesión bastante peculiar por los aromas, siempre estaba bien perfumado, en su casa había sahumerios, maquinas que lanzaban perfume como balas cada media hora, todo siempre muy en orden (eso me irritaba terriblemente) y limpio, ¡hasta en su patio había sembrado hierbas aromáticas! Creo que tuve un gesto  al final con eso, pudo ser un homenaje a la persona, mas no al hombre en sí.
 La semana pasada tuve que hacerlo, debo confesar que me había encariñado un poco con esta persona, pero siempre tuve en mente mi finalidad, era de lo único que estaba seguro y hacia donde todo me debía llevar. De ahí en más no sabía nada, tampoco como llegar, pero cada vez sentía más fuerte un impulso que me obligaba a avanzar, y cada vez que avanzaba me sentía más y más cómodo, alegre y ansioso…

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