miércoles, 22 de abril de 2015

A. Dolina

 Creo que lo que más bronca me da es que no se comprenda lo que intento decir, ser, expresar. Espero que aquello que sos dure y no sea solo un acto reflejo ante lo vivido, espero que todo sea real y no me extrañes.






"Hace mucho tiempo, yo tenia una novia buena y hermosa. Me amaba con una devoción tal, que no pude resistir la tentación de ser malvado. Me solazaba en la traición, en el capricho, en la impuntualidad, en la mentira gratuita.
Ella lloraba en secreto, cuando yo no la veía, pues sabia que su llanto me irritaba. Pero un día, un incidente que ni siquiera recuerdo, me despertó el temor de perderla.
El amor crece con el miedo. Mi conducta cambió. Me fuí haciendo bueno. Quise pagar el daño que había hecho y empecé a vivir para ella.
Le hacía el amor en todos los zaguanes, le cantaba valses de Héctor Pedro Blomberg. La llevaba a pasear por los lugares mas hermosos del mundo. Le imponía aventuras inesperadas. Me hice sabio y generoso solo para merecer su amor.
Pero un día me dejó.
-No te quiero más- me dijo, y se fue.
Suplique un poco, solo un poco, porque era bueno. Después me puse a esperar la muerte sentado en un umbral.
Al cabo de un tiempo, aparecieron los celos. Pensé que seguramente me había dejado por otro. Decidí averiguarlo.
Indagué a los amigos comunes, pero todos afectaban un aire de trabajosa indiferencia.
Resolví seguirla. Pasaba las noches acechando su puerta. Durante el día, me apostaba en la esquina de su trabajo. El resultado de mis pesquisas fue nulo, Mi novia se desplazaba por circuitos inocentes. Perdí mi empleo, mi salud y hasta mis amistades. Mi vida era una perpetua vigilancia.
  Pasaron largos meses sin que nada ocurriera. Hasta que una noche la vi salir de su casa con aire decidido.
Tuve el presentimiento de que iba a encontrarse con un hombre, tal vez porque estaba demasiado linda.
La seguí entre las sombras y ví que se detenía en la esquina que yo conocía bien. Me escondí en un portal. Ella se detuvo y esperó, esperó mucho.
  Cerca de una hora después, apareció un hombre alto, oscuro, soberbio. Algo familiar había en su paso. Ella intentó una caricia, pero él la rechazó.
 Inmediatamente comprendí que el hombre se complacía en verla sufrir y amar al mismo tiempo. Se trataba de un sujeto diabólico. Cada tanto, me llegaban ráfagas de una risa vulgar. No podia concebirse un individuo mas vil y detestable.
Caminaron. Tomaron un rumbo que no me sorprendió.
Al llegar a la luz de la avenida, pude ver que aquel hombre era yo. Yo mismo, pero antes.
Con el desdén cósmico que tanto me habia costado borrar del alma, con la maldad de mis peores épocas. Con la impunidad de los necios.
 No pude soportarlo, pensé en cruzar la calle y pegarme una trompada, pero me tuve miedo. Quise gritar, ordenarme a mi mismo dejar tranquilo a aquella muchacha. Pero el imperativo no tiene primera persona y no supe que decirme.
 Se detuvieron un instante y pasé delante de ello. Ella no me vio. Yo sí me vi. Me miré con un gesto de advertencia.
 Despues los perdí de vista y me quedé llorando."


Alejandro Dolina.

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